Libro
del desasosiego de Bernando Soares
Fragmentos:
26
Dar
a cada emoción una personalidad, a cada estado de alma un alma.
85
Le
he pedido tan poco a la vida, y ese mismo poco la vida me lo ha
negado. Un haz de parte del sol, un campo [...], un poco de sosiego
con un poco de pan, no pesarme mucho el conocer que existo, y no
exigir nada de los demás ni exigir ellos nada de mí. Esto mismo me
ha sido negado, como quien niega la sombra no por falta de buenos
sentimientos, sino para no tener que desabrocharse la chaqueta [...]
Escribo,
triste, en mi cuarto tranquilo, solo como siempre he estado, solo
como siempre estaré. Y pienso si mi voz, aparentemente tan poco
cosa, no encarna la substancia de millares de voces, el hambre de
decirse de millares de vidas, la paciencia de millones de almas
sumisas como la mía, en el destino cotidiano, al sueño inútil, a
la esperanza sin resquicios. En estos momentos, mi corazón late más
alto debido a mi conciencia de él. Vivo más porque vivo mayor.
Siento en mi persona una fuerza religiosa, una especie de oración,
una semejanza de clamor. Pero la reacción contra mí me baja de la
inteligencia... Me veo en el cuarto piso alto de la Calle de los
Doradores, me siento como un sueño; miro, sobre el papel medio
escrito, la vida vana sin belleza y el cigarro barato [...] sobre el
secante viejo. ¡Aquí yo, en este cuarto piso, interpelando a la
vida! haciendo prosa [...]
97
Desde
la terraza del café miro trémulamente hacia la vida. Poco veo de
ella ―el
bullicio―
en esta concentración suya en esta plazuela nítida y mía. Un
marasmo como un tropiezo de borrachera me elucida el alma de cosas.
Transcurre fuera de mí en los pasos de los que pasan [...] la vida
evidente y unánime.
En
este momento, los sentidos se me han paralizado y todo me parece otra
cosa: mis sensaciones un error confuso y lúcido, abro las alas pero
no me muevo, como un /cóndor/ ficticio.
Hombre
de ideales que soy, ¿quién sabe si mi mayor aspiración no es
realmente no pasar de ocupar este lugar a esta mesa de este café?
Todo
es vano, como remover cenizas, vago como el momento en que todavía
no es alborada.
¡Y
la luz brota tan serenamente y perfectamente en las cosas, las dora
tan de realidad sonriente y triste! Todo el misterio del mundo baja
hasta delante de mis ojos a esculpirse en trivialidad y calle!
¡Ah,
de qué manera las cosas cotidianas rozan misterios para nosotros!
¡De qué manera en la superficie, que la luz toca, de esta vida
compleja de tan humana, la Hora, sonrisa incierta, sube a los labios
del Misterio! ¡Qué moderno suena todo esto! ¡Y, en el fondo,es tan
antiguo, tan oculto, tan teniendo otro sentido que el que luce en
todo esto!
167
Dicen
que el tedio es una enfermedad de inertes, o que ataca solo a quienes
nada tienen que hacer. Esa enfermedad del alma es sin embargo más
sutil: ataca a quienes tienen disposición para ella, y perdona menos
a los que trabajan, o fingen trabajar (lo que para el caso es lo
mismo) que a los inertes de verdad.
Nada
hay peor que el contraste entre el esplendor natural de la vida
interior, con sus Indias naturales y sus países desconocidos, y la
sordidez, aunque en realidad no sea sórdida, de la rutina de la
vida. El tedio pesa más cuando no tiene la disculpa de la inercia.
El tedio de los grandes esforzados es el peor de todos.
No
es el tedio de la enfermedad del aburrimiento de no tener nada que
hacer, sino la enfermedad mayor de sentirse que no vale la pena hacer
nada. Y, siendo así, cuanto más hay que hacer, más tedio hay que
sentir.
¡Cuántas
veces levanto del libro en que estoy escribiendo y en el que trabajo
la cabeza vacía de todo el mundo! Más me valdría encontrarme
inerte, sin hacer nada, sin tener que hacer nada, porque ese tedio,
aunque real, por lo menos lo disfrutaría. En mi tedio presente no
hay reposo, ni nobleza, ni bienestar en el que haya un malestar: hay
un apagamiento enorme de todos los gestos hechos, no un cansancio
virtual de los gestos por no hacer.
Fernando
Pessoa. "Libro del desasosiego".1998, Planeta.
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