Frente al silencio.

Frente al silencio.

martes, 14 de noviembre de 2017

Fernando Pessoa (I)



Libro del desasosiego de Bernando Soares


Fragmentos:



26

      Dar a cada emoción una personalidad, a cada estado de alma un alma.




85

      Le he pedido tan poco a la vida, y ese mismo poco la vida me lo ha negado. Un haz de parte del sol, un campo [...], un poco de sosiego con un poco de pan, no pesarme mucho el conocer que existo, y no exigir nada de los demás ni exigir ellos nada de mí. Esto mismo me ha sido negado, como quien niega la sombra no por falta de buenos sentimientos, sino para no tener que desabrocharse la chaqueta [...]
      Escribo, triste, en mi cuarto tranquilo, solo como siempre he estado, solo como siempre estaré. Y pienso si mi voz, aparentemente tan poco cosa, no encarna la substancia de millares de voces, el hambre de decirse de millares de vidas, la paciencia de millones de almas sumisas como la mía, en el destino cotidiano, al sueño inútil, a la esperanza sin resquicios. En estos momentos, mi corazón late más alto debido a mi conciencia de él. Vivo más porque vivo mayor. Siento en mi persona una fuerza religiosa, una especie de oración, una semejanza de clamor. Pero la reacción contra mí me baja de la inteligencia... Me veo en el cuarto piso alto de la Calle de los Doradores, me siento como un sueño; miro, sobre el papel medio escrito, la vida vana sin belleza y el cigarro barato [...] sobre el secante viejo. ¡Aquí yo, en este cuarto piso, interpelando a la vida! haciendo prosa [...]




97

      Desde la terraza del café miro trémulamente hacia la vida. Poco veo de ella el bullicio en esta concentración suya en esta plazuela nítida y mía. Un marasmo como un tropiezo de borrachera me elucida el alma de cosas. Transcurre fuera de mí en los pasos de los que pasan [...] la vida evidente y unánime.
      En este momento, los sentidos se me han paralizado y todo me parece otra cosa: mis sensaciones un error confuso y lúcido, abro las alas pero no me muevo, como un /cóndor/ ficticio.
      Hombre de ideales que soy, ¿quién sabe si mi mayor aspiración no es realmente no pasar de ocupar este lugar a esta mesa de este café?
      Todo es vano, como remover cenizas, vago como el momento en que todavía no es alborada.
      ¡Y la luz brota tan serenamente y perfectamente en las cosas, las dora tan de realidad sonriente y triste! Todo el misterio del mundo baja hasta delante de mis ojos a esculpirse en trivialidad y calle!
      ¡Ah, de qué manera las cosas cotidianas rozan misterios para nosotros! ¡De qué manera en la superficie, que la luz toca, de esta vida compleja de tan humana, la Hora, sonrisa incierta, sube a los labios del Misterio! ¡Qué moderno suena todo esto! ¡Y, en el fondo,es tan antiguo, tan oculto, tan teniendo otro sentido que el que luce en todo esto!






167

      Dicen que el tedio es una enfermedad de inertes, o que ataca solo a quienes nada tienen que hacer. Esa enfermedad del alma es sin embargo más sutil: ataca a quienes tienen disposición para ella, y perdona menos a los que trabajan, o fingen trabajar (lo que para el caso es lo mismo) que a los inertes de verdad.
      Nada hay peor que el contraste entre el esplendor natural de la vida interior, con sus Indias naturales y sus países desconocidos, y la sordidez, aunque en realidad no sea sórdida, de la rutina de la vida. El tedio pesa más cuando no tiene la disculpa de la inercia. El tedio de los grandes esforzados es el peor de todos.
      No es el tedio de la enfermedad del aburrimiento de no tener nada que hacer, sino la enfermedad mayor de sentirse que no vale la pena hacer nada. Y, siendo así, cuanto más hay que hacer, más tedio hay que sentir.
      ¡Cuántas veces levanto del libro en que estoy escribiendo y en el que trabajo la cabeza vacía de todo el mundo! Más me valdría encontrarme inerte, sin hacer nada, sin tener que hacer nada, porque ese tedio, aunque real, por lo menos lo disfrutaría. En mi tedio presente no hay reposo, ni nobleza, ni bienestar en el que haya un malestar: hay un apagamiento enorme de todos los gestos hechos, no un cansancio virtual de los gestos por no hacer.



Fernando Pessoa. "Libro del desasosiego".1998, Planeta.



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