Libro del desasosiego de Bernando Soares
Fragmentos:
185
Como
Diógenes a Alejandro, solo he pedido a la vida que no me quitase el
sol. He tenido deseos, pero se me ha negado la razón de tenerlos. Lo
que he hallado, más valiera haberlo hallado realmente. El sueño
(...)
Vacilo
en todo, muchas veces sin saber por qué. Qué de veces busco, como
línea recta que me resulta propia, concibiéndola mentalmente como
línea recta ideal, la distancia menos corta entre dos puntos. Nunca
he tenido el arte de estar vivo activamente. He equivocado siempre
los gestos en los que nadie se equivoca; lo que los demás nacieron
para hacer, me he esforzado siempre en no dejar de hacerlo. Deseo
siempre conseguir lo que los demás han conseguido casi sin desearlo.
Entre mí y la vida ha habido siempre cristales oscuros: no he sabido
de ellos por la vista, ni por el tacto; no he vivido esa vida o ese
plan, he sido el devaneo de lo que he querido ser, mi sueño empezó
en mi voluntad, mi propósito ha sido siempre la primera ficción del
que nunca he sido.
Nunca
he sabido si era excesiva mi sensibilidad para mi inteligencia o mi
inteligencia para mi sensibilidad. He retraído siempre, no sé a
cual, tal vez a ambas, o una u otra, o fue la tercera la que se
retrajo.
194
Me
busco y no me encuentro. Pertenezco a horas crisantemos, nítidas en
una distancia de jarros. Debo hacer de mi alma una cosa decorativa.
No
sé qué detalles excesivamente /pomposos/ y escogidos definen la
hechura de mi espíritu. Mi amor a lo ornamental existe, sin duda,
porque siento en él algo idéntico a la substancia de mi alma.
265
Una
de las grandes tragedias de mi vida ―aunque
de esas tragedias que suceden en la sombra y en el subterfugio―
es la de no poder sentir nada naturalmente. Soy capaz de amar y
odiar, como todos, de, como todos, desconfiar y entusiasmarme; pero
ni mi amor, ni mi odio, ni mi recelo, ni mi entusiasmo son
exactamente esas cosas que son. O les falta algún elemento o les
sobra alguno. La verdad es que son cualquier otra cosa, y lo que
siento no se ajusta a la vida.
En
los espíritus llamados calculadores ―y
la palabra está muy bien traída―,
los sentimientos sufren la delimitación del cálculo, del escrúpulo
egoísta, y parecen otros. En los espíritus llamados propiamente
escrupulosos, se nota la misma dislocación de los instintos
naturales. En mí se nota la misma perturbación de la conveniencia
del sentimiento, pero no soy calculador, ni soy escrupuloso. No tengo
disculpa para sentir mal. Por instinto, desnaturalizo los instintos.
Sin querer, quiero equivocadamente.
449
MANERA
DE BIEN SOÑAR
―Aplázalo
todo. Nunca se debe hacer hoy lo que también se puede dejar de hacer
mañana
Ni
siquiera es necesario que se haga algo, mañana u hoy.
―Nunca
pienses en lo que vas a hacer. No lo hagas.
―Vive
tu vida. No seas vivido por ella.
En
la verdad y en el error, en el gozo y en el malestar, sé tu propio
ser. Solo podrás hacer eso soñando, porque tu vida-real, tu vida
humana es aquella que no es tuya, sino de los demás. Así,
substituirás el sueño a la vida y te cuidarás tan solo de soñar
con perfección. En todos tus actos de la vida-real, desde el nacer
hasta el de morir, tú no actúas: eres actuado; tú no vives: eres
vivido tan solo.
Vuélvete
para los demás una esfinge absurda. Enciérrate, pero sin dar un
portazo, en tu torre de marfil. Y tu torre de marfil eres tú mismo.
Y
si alguien te dice que esto es falso y absurdo, no lo creas. Pero
tampoco creas en lo que yo te digo, porque no se debe creer en nada.
...
―Desprécialo
todo, pero de modo que el despreciar no te cause molestias. No te
juzgues superior a tu despreciar. El arte del desprecio está en eso.
APÉNDICE
3
PERISTILO
A
las horas en que el paisaje es una aureola de vida, y el sueño es
tan solo soñarse, yo he construido, oh amor mío, en el silencio del
desasosiego, este libro extraño con portones abiertos al fin de una
alameda en una casa abandonada.
He
cogido para escribirlo el alma de todas las flores, y con los
momentos efímeros de todos los cantos de todas las aves he tejido
eternidad e inercia. Tejedora (...), me he sentado a la ventana de mi
vida y he olvidado que vivía y era, tejiendo mortajas para amortajar
mi tedio en los manteles de lino casto hechos para los altares de mi
silencio, (...)
Y
yo te ofrezco este libro porque sé que es bello e inútil. Nada
enseña, nada hace creer, nada hace sentir. Regato que corre hacia un
abismo-ceniza que el viento esparce y ni fecunda ni es dañina,
―he
puesto toda mi alma al hacerlo, pero no he pensado en él mientras lo
hacía, sino solo en mí, que soy triste, y en ti, que no eres nadie.
Y
porque este libro es absurdo, yo lo amo; porque es inútil, yo quiero
darlo; y porque de nada sirve quiero dártelo, yo te lo doy...
Reza
por mí al leerlo, bendíceme por amarlo y olvídalo como el sol de
hoy al sol de ayer (como yo olvido a las mujeres de los sueños que
nunca he sabido soñar).
Torre
del Silencio de mis ansias, ¡que este libro sea el claro de luna que
te hizo otra en la noche del Misterio Antiguo!
Río
de imperfección dolorida, que este libro sea el barco dejado ir por
tus aguas abajo para acabar en un mar que se sueñe.
Paisaje
de la Enajenación y del Abandono, que este libro sea tuyo como tu
Hora, y se ilimite de ti como de la hora de la púrpura falsa.
Fernando
Pessoa. "Libro del desasosiego".1998, Planeta.
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