Frente al silencio.

Frente al silencio.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Alejandra Pizarnik (II)



Diarios.



Fragmentos:




Noches blancas – Dostoievski
      El sentimiento de la soledad y del abandono es una enfermedad. ¿Cuándo comienza? ¿Por qué no hubo una madre para impedirla? Pero tal vez esta enfermedad es justamente que no hubo una madre para impedirla. No es sentir la soledad o el abandono como algo inherente al ser humano, que pesa sobre él y lo acompaña toda su vida. Es algo que le ocurre a algunos (como al <<soñador>> de D. : una inadaptación que es más que este nombre, una rebelión, una lucidez, un ser muriéndose como una tortuga, alguien que ve más que los otros, que ve mejor, lleno de ternura que dar, de amor, y no obstante se encierra, vive solo y solitario como en una tumba, condenado a una soledad sin remedio. He aquí lo incomprensible, viviendo como un criminal. Es el verdadero <<maldito>>).

***




Sin fecha
      Es la noche, en la noche, sucede en la noche, cuando rodar, caer, lágrimas tiritando bajo los puentes cerca del agua donde fluyen casas iluminadas y seres sin cabeza y horas sin relojes y mi corazón en una pira, en una piragua letal, mi corazón disuelto en pequeños soles negros palpita y naufraga hacia donde no hay olvido. No hay olvido y el esfuerzo de ser es muy grande, el esfuerzo de vestirse de sí misma cada día y remontarse como a una ciénaga, arrastrarse como a un duro cadáver, bolsa compacta de chillidos y maldiciones y cosas muertas y puños cortados amenazando el suelo y el cielo. La vía alcohólica del cielo percute en mi cerebro iluminado como una galería de espanto en la que alguien busca con ardor. Viviera en otro mundo, viviera en algo más pequeño, sin nombre, sin lenguaje, no llamado y cuya única característica consiste en su silencio lujurioso.

***




20 de octubre, sábado
      ¿Qué alimentos para el alma? ¿Cuáles para el cuerpo? Una palabra solitaria basta para matarme. O un espejo.
      Los sueños, sí, pero a qué hora. No a toda hora como en tu caso. Un jardín donde no se respira, una distancia enloquecida, un correr para sólo no llegar. Y el <<querido cuerpo>> con su sexo adorable, ¿por qué no se evade de mí el tenebroso? Hago el amor y deseo recupera mi rostro poético. Hago poemas y no los termino porque los deseos más obviamente físicos me acometen. Y habrá un tiempo para amar y otro para encontrar las distancias olvidadas. Sí. Alguna vez. Cuando los rostros de los demás no me den la exacta medida de la soledad.
      Las alusiones perdidas.

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Un apuro. Una urgencia. Para ir adónde. Ya no recuerdo a quién amo, no recuerdo si amé alguna vez. Sólo una sed, una avidez de tener un instante mío, un instante de encuentro cierto con algo, con alguien. En verdad, nada me importa ya, nada me importa más. Podría orinar en la calle. Podría cantar a los gritos, podría exponerme desnuda en un pedestal. He perdido el respeto definitivamente. Sólo queda una extraña piedad, por mí y por todos. Sensaciones de Éxodo. Seguridad de estar sobreviviéndome. No me importa. Miro las caras por la calle y me sube la risa. Sólo me pongo muy seria cuando pasan niños, particularmente si tienen ojos claros. Lo que me acecha desde que me recuerdo es la abstracción. Me penetró y me invadió. Todo lo que siento aparece con mayúsculas. Se agotaron los hechos y los actos. En mí se habla en infinitivo.

***




23 de marzo
      Todo se reduce a esto: acabar con mi exhibicionismo. Olvidarse del fantasma de los otros. De ello depende mi suicidio y mi poesía. Estoy realmente asustada porque cada vez encuentro más razones a favor del ser y en contra del parecer. Todo lo que hago e hice hasta ahora fue un homenaje al parecer. Por razones afectivas, sin duda. ¿Para qué escribe usted? Para que me quieran.

***




Jueves, 19
      La poesía es una introducción. <<Doy>> poemas para que tengan paciencia. Para que me esperen. Para distraerlos hasta que escriba mi obra maestra en prosa.
      Mi locura no es solamente haber puesto mi destino en la literatura sino esperar, también, que me dé bienes temporales: amantes, dinero, gloria, pero sobre todo gente que me quiera. Si tuviera quince años, esto que escribo no sería alarmante. Pero a mi edad...





Alejandra Pizarnik. “Diarios”. 2012, Editorial Lumen



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