La búsqueda de la
felicidad
SIN
RECONCILIARSE
Mi
padre era un imbécil bárbaro y solitario;
Ebrio
de decepción, solo ante el televisor,
Rumiaba
unos planes frágiles y muy raros,
Su
mayor alegría era verlos fracasar.
Me
trató siempre como a una rata a la que perseguir.
La
mera idea de un hijo, creo, le asqueaba.
No
soportaba pensar que le aventajase un día,
Sólo
por seguir vivo cuando él reventara.
Se
murió en abril, gimiente y perplejo;
Su
mirada delataba una cólera infinita.
Cada
tres minutos, insultaba a mi madre,
Criticaba
la primavera, hacía bromas procaces.
Al
final, justo antes de acabar su agonía,
Una
calma breve recorrió su pecho.
Sonrió
al decir <<estoy nadando en orines>>,
Y
después se apagó con un ligero estertor.
NATURALEZA
No
envidio a esos pomposos imbéciles
Que
se extasían ante la madriguera de un conejo
Porque
la naturaleza es fea, cargante y hostil;
No
tiene ningún mensaje que transmitir al ser humano.
Es
agradable, al volante de un potente Mercedes,
Atravesar
lugares grandiosos y solitarios;
Manejando
con destreza la palanca de cambios
Se
dominan los montes, los ríos y las cosas.
Los
cercanos bosques se deslizan bajo el sol
Y
parecen reflejar conocimientos antiguos;
Se
presienten maravillas en el fondo de sus valles;
Y
al cabo de unas horas, empiezas a confiarte;
Te
bajas del coche y empiezan los problemas.
Aterrizas
en mitad de un desorden repugnante,
De
un universo abyecto y desprovisto de sentido
Hecho
de piedras, de zarzas, de moscas y de serpientes.
Echas
de menos los aparcamientos y los vapores de gasolina,
El
brillo suave y sereno de un mostrador de níquel;
Demasiado
tarde. Demasiado frío. Comienza la noche.
El
bosque te oprime en su cruel sueño.
★
Son
las nueve de la noche, la oscuridad se instala
Ya
no puedo gritar más, ya no me quedan fuerzas
Llueve
suavemente, empiezan las vacaciones
Trato
de imaginar que todo eso me da igual.
Por
vigésima vez descuelgo el teléfono
Ya
no tengo nada que decir, pero puedo escuchar,
Seguir
la vida de la gente e interesarme por ella,
Nadie
contesta, por vigésima vez.
He
comprado pan y queso en lonchas,
Lo
que debería evitar que me reventase el ojo derecho
La
comida gorgotea, creo que estamos a domingo,
El
tiempo, por fortuna, es moderadamente fresco.
Si
hay alguien que me ame, en la Tierra o las estrellas,
Debería
darme alguna señal ahora
Siento
cómo se acumulan los indicios de un desastre,
En
mi brazo, la cuchilla traza una línea recta.
★
Huellas
de la noche.
Una
estrella brilla, sola,
Preparada
para lejanas eucaristías.
Los
destinos se reúnen perplejos,
Inmóviles.
Nos
dirigimos, lo sé, hacia extraños amaneceres.
Michel Houellebecq. “Poesía”. 2012, Anagrama.
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