Fragmentos
Hasta
donde llegan mis recuerdos e incluso a la edad en que la mente
todavía no tiene influencia sobre los sentidos, encuentro huellas de
mi amor por los muchachos.
Siempre
me gustó el sexo fuerte, que me parece legítimo llamar sexo bello.
Mis desdichas se han debido a una sociedad que condena lo raro como
un crimen y nos obliga a reformar nuestras inclinaciones. (…)
***
Siempre
pensé que mi padre se me parecía demasiado como para diferir en
este punto capital. Es probable que ignorase sus inclinaciones y en
lugar de ir cuesta abajo, iba penosamente cuesta arriba sin saber lo
que le hacía la vida tan pesada. De haber descubierto los gustos que
nunca encontró la ocasión de hacer florecer y que se me revelaban
por frases, por su forma de caminar, por mil detalles de su persona,
se habría ido de espaldas. En su época la gente se mataba por
menos. Pero no; él vivía en la ignorancia de sí mismo y aceptaba
su fardo.
Es
posible que yo deba mi presencia en este mundo a semejante ceguera.
Lo deploro, pues a cada quien le habría ido mejor si mi padre
hubiese conocido las alegrías que me hubiesen evitado algunas
desdichas. (…)
En
mi espantosa soledad, no pensaba en regresar a la Iglesia; sería
demasiado fácil emplear la hostia como un remedio y tomar en la
Santa Misa un impulso negativo; resulta demasiado fácil volvernos al
cielo cada vez que perdemos lo que nos encantaba en la tierra. (...)
Da
lo mismo, partiré y dejaré este libro. Si lo encuentran, que lo
editen. Quizás ayude a comprender que al exiliarme no estoy
exiliando a un monstruo, sino a un hombre al que la sociedad no
permite vivir, pues considera como un error uno de los misteriosos
engranajes de la obra maestra divina.
En
vez de adoptar el evangelio de Rimbaud: Éste es el tiempo de los
asesinos, la juventud mejor hubiera retenido la frase: Hay que
reinventar el amor. Las experiencias peligrosas el mundo las acepta
en el campo del arte, porque no toma el arte en serio, pero las
condena en la vida. (…)
Jean
Cocteau. “El libro blanco”. 1995, Verdehalago.
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