Frente al silencio.

Frente al silencio.

domingo, 17 de mayo de 2015

Jean Cocteau.




Fragmentos




      Hasta donde llegan mis recuerdos e incluso a la edad en que la mente todavía no tiene influencia sobre los sentidos, encuentro huellas de mi amor por los muchachos.
      Siempre me gustó el sexo fuerte, que me parece legítimo llamar sexo bello. Mis desdichas se han debido a una sociedad que condena lo raro como un crimen y nos obliga a reformar nuestras inclinaciones. (…)


***


      Siempre pensé que mi padre se me parecía demasiado como para diferir en este punto capital. Es probable que ignorase sus inclinaciones y en lugar de ir cuesta abajo, iba penosamente cuesta arriba sin saber lo que le hacía la vida tan pesada. De haber descubierto los gustos que nunca encontró la ocasión de hacer florecer y que se me revelaban por frases, por su forma de caminar, por mil detalles de su persona, se habría ido de espaldas. En su época la gente se mataba por menos. Pero no; él vivía en la ignorancia de sí mismo y aceptaba su fardo.
      Es posible que yo deba mi presencia en este mundo a semejante ceguera. Lo deploro, pues a cada quien le habría ido mejor si mi padre hubiese conocido las alegrías que me hubiesen evitado algunas desdichas. (…)









      En mi espantosa soledad, no pensaba en regresar a la Iglesia; sería demasiado fácil emplear la hostia como un remedio y tomar en la Santa Misa un impulso negativo; resulta demasiado fácil volvernos al cielo cada vez que perdemos lo que nos encantaba en la tierra. (...)








      Da lo mismo, partiré y dejaré este libro. Si lo encuentran, que lo editen. Quizás ayude a comprender que al exiliarme no estoy exiliando a un monstruo, sino a un hombre al que la sociedad no permite vivir, pues considera como un error uno de los misteriosos engranajes de la obra maestra divina.
      En vez de adoptar el evangelio de Rimbaud: Éste es el tiempo de los asesinos, la juventud mejor hubiera retenido la frase: Hay que reinventar el amor. Las experiencias peligrosas el mundo las acepta en el campo del arte, porque no toma el arte en serio, pero las condena en la vida. (…)








Jean Cocteau. “El libro blanco”. 1995, Verdehalago.





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