Frente al silencio.

Frente al silencio.

viernes, 19 de febrero de 2016

Víctor Pérez





Busco peregrinos guarros a los que le falte el índice para echarlos de amigos, si no les falta es lo mismo. Yo les daré a conocer el agua anciana de la laguna con un minuto delante del error. Yo soy el fantasma de Josué, una vez me lincharon y ahora me hago el meloso con desconocidos y traficantes. Por aquí hay una calma devastadora por las tardes y me aburro con frecuencia. Siempre estoy en los caminos con un caldero lleno de avellanas y luciérnagas. Paseo mi abandono como un gigante amargo. También me gustan las actrices y los pordioseros. El perfume de mis cicatrices trastorna a los elegantes. En la muerte encontré una buena respuesta para lo que soy. Un distraído al que le gusta que lo abracen al final de las jornadas y que le den por el culo de vez en cuando. La ausencia de la vida la conjuro haciéndome un ovillo en el albergue. Me dedico a hacer profecías y a contar mis huesecitos y a mirar pájaros. Soy un coleccionista de presagios y de segundas oportunidades. Estoy enterrado en el cementerio civil porque se pusieron de acuerdo el cura y el maestro al no morir en condiciones, es decir, cristianamente. A veces escribo agarrado a un abeto. A veces me siento con geranios en la mano en las camas de las personas. De los días espero lo habitual: una vaca, un topo, otro peregrino. El espectáculo del destino me multiplica, es entonces cuando pego la oreja a las paredes del albergue y siento cómo se abre dentro de mí el río, y en mí renace el universo silenciado y purgatorial admirándome la racha de los planetas como me admiraría el nacimiento de un restaurante en este pueblucho de mierda. De vez en cuando me encuentro a algún ahorcado; pienso en sus cigarros, su sangre, su PC, pienso en los misterios de una soga detenida en la rama más baja de un castaño; en el ahorcado y su simetría. He manejado la muerte sin pensar pero con un orgullo multidisciplinar y efervescente porque diariamente soy visitado por la serenidad representativa y dialogante del baboso. Con la cabeza diviso el puto pueblo que borraría de un plumazo. Voy todo vestido de pana buena. Los gatos buscan el olor de mi polla y mis ojos color miel y eso suaviza mi puerca melancolía. No he dicho que soy tuerto y como soy un seductor llevo parche, gracias a él hipnotizo a los niños a los que me aparezco; cuando me ven las niñas, sin embargo, me silban. Tampoco he dicho que a veces creo que soy una mera pesadilla de mi abuela cirujana, que todavía vive y sabe conquistar.




Víctor Pérez. 2016, de su muro de Facebook


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