JEWEL
Es
porque está todo el tiempo ahí afuera, justo debajo de la ventana,
martilleando y serrando esa maldita caja. Donde ella tiene que verle
por fuerza. Donde cada bocanada de aire que ella aspira está llena
de sus martillazos y aserraduras. Donde ella puede ver cómo le dice:
Mira. Mira la estupenda caja que te estoy haciendo. Le dije que se
fuera a otra parte. Le dije: Santo Dios, ¿es que ya quieres verla
dentro? Es como cuando era niño y ella dijo que si tuviera un poco
de abono cultivaría algunas flores, y él se llevó la cazuela del
pan y la trajo llena de estiércol de la cuadra.
Y
ahora todas ésas ahí sentadas, como buitres. Esperando,
abanicándose. Porque yo digo que por qué no pude dejar de serrar y
clavar clavos ni un momento, no dejando dormir como es debido a nadie
y haciendo que tenga que tener las manos fuera de la colcha como dos
raíces de esas que cuando las sacas y quieres lavarlas nunca
consigues que queden del todo limpias. Veo el abanico y el brazo de
Dewey Dell. Digo que por qué no la dejan en paz. Serrando y
martilleando todo el santo día, y dándole el aire en la cara tan
rápido que cuando está cansada casi no puede ni respirarlo, y esa
maldita azuela todo el rato <<ya queda menos>>...Ya queda
menos. Ya queda menos, hasta que todo el mundo que pase por el camino
tenga que pararse a mirarla y decir lo buen carpintero que es Cash.
Si de mí hubiera dependido cuando Cash se cayó de aquella iglesia,
si de mí hubiera dependido cuando padre tuvo que guardar cama al
caerle encima aquella carga de leña..., hoy no estarían viniendo
todos y cada uno de los bastardos del condado a mirarla fijamente
como la miran, porque si hay Dios ¿para qué diablos sirve?
Estaríamos ella y yo solos en lo alto de una colina, y haría rodar
rocas y rocas hacía sus caras, y las levantaría y las lanzaría
contra caras y dientes y demás, por Dios bendito, hasta que ella
pudiera estar tranquila sin que esa maldita azuela estuviera todo el
tiempo repitiendo Ya queda menos. Ya queda menos..., y al fin
podríamos estar tranquilos.
Willian
Faulkner. “Mientras agonizo”. 2000, Editorial Anagrama.
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