Frente al silencio.

Frente al silencio.

sábado, 4 de octubre de 2014

Enrique Trenado Pardo.



Compasión.



Somos algo más que una ESPECIE COMPASIVA. Somos CIVILIZACIÓN. Cuando futuras generaciones lleven su vista atrás, cuando nuevos pobladores nos busquen en pos de una guía, de una rectitud moral, nos verán tal y como aquí permanecemos y nos reivindicamos, y comprenderán nuestra innegable contribución a la decencia, al honor y a la dignidad. Hemos salvado a la Humanidad del DOLOR. Hemos trascendido a la muerte y la hemos derrotado. El miedo a la última agonía, acicate de los hombres, ya es una línea dibujada tímidamente con un lápiz por un niño. Un niño que, en lo que a nosotros respecta, ya ha crecido, Una línea que nosotros, aquí y ahora, nos disponemos a BORRAR”.

El auditorio al completo, interpretando adecuadamente las convenidas señales de la vehemencia como fin del discurso, se levantó casi al unísono en un atronador aplauso. Cientos de batas blancas y chaquetas negras mostraron su más unánime respeto y su más sincera admiración hacia el hombre que finalmente, habiendo trascendido las limitaciones de su propia naturaleza, estaba a punto de salvarles. Aquel dios redentor. El último cordero que quitaba el pecado del mundo. Reconciliador final con las altas instancias. Y el primus inter pares, conociendo también su lugar en la Historia, pero especialmente entre los focos, se dejó agasajar, querer y retratar cuanto quiso, dilatando en su triunfo las órdenes debidas, que terminaron deviniendo, pese a todo, por lealtad hacia sus colegas.

A quirófano. Enciendan las cámaras y el proyector”.

Capeando las titánicas olas de éxito, la primera ráfaga de eficientes y disciplinadas enfermeras empujó la camilla a través del escenario, marcada en todo momento por la aséptica iluminación blanca. La siguiente, en ordenada y solemne procesión, portaba material y agujas. Y el paciente, bien atado por muñecas y tobillos, apenas pudo revolverse, cortesía de abrazaderas y sedantes. De no haberse prolongado tanto los vítores y ovaciones, probablemente se le hubiera escuchado gritar desde el oscuro pasillo en el que, durante unos minutos y libre al fin del tiránico foco, le perdieron todas las miradas que esperaban verle morir dignísimamente por la pantalla.

¡Que solo tengo un resfriado!”.



Enrique Trenado Pardo. Inédito. Más suyo en: 



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