Frente al silencio.

Frente al silencio.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Stefan Zweig.



Fragmento.


Virata se encerró en su habitación, sin prestar oídos a llamadas y exhortaciones. Sólo cuando cayeron las sombras de la noche, se preparó para el camino: cogió un bastón, el platillo de las limosnas, un hacha para trabajar, un puñado de fruta como provisiones y, para meditar, las hojas de palmera con los escritos de la sabiduría; se arremangó la vestimenta por encima de las rodillas y, en silencio, abandonó la casa, sin siquiera volver la cabeza hacia su mujer, sus hijos y toda la comunidad de la hacienda: Caminó durante toda la noche hasta que llegó al río al cual, en un momento amargo de lucidez, había tirado su espada, lo vadeó y se dirigió río arriba por la otra orilla, donde no había edificación alguna y la tierra aún no conocía el arado.

Al romper el alba, llegó a un lugar donde un rayo había caído sobre un mango antiquísimo y frondoso y con su fuego había abierto un claro en el bosque. A su lado pasaba el río dibujando suaves recodos y una bandada de pájaros daba vueltas alrededor del agua mansa para beber de ella sin miedo. Reinaba claridad en el río abierto y sombra detrás de lo árboles. El rayo había dejado montones de leña y astillas desparramadas por todas partes: Virata examinó el solitario rectángulo abierto en medio del bosque. Y decidió construirse allí una cabaña y dedicar su vida a la contemplación, lejos de los hombres y sin culpa. (…)






Stefan Zweig. “Los ojos del hermano eterno”. 2002, Narrativa del Acantilado.



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