Fragmento.
Esta
mañana, te despiertas en la penumbra de otro amanecer de enero, con
una luz difuminada, grisácea, penetrando en el dormitorio, y ahí
está el rostro de tu mujer vuelto hacía ti, los ojos cerrados, aún
profundamente dormida, las mantas subidas hasta el cuello, asomando
únicamente la cabeza, y te maravilla lo preciosa que está, lo joven
que parece, incluso ahora, treinta años después de la primera vez
que te acostaste con ella, al cabo de treinta años de vivir bajo el
mismo techo y compartir la misma cama. (…)
Paul
Auster. “Diario de invierno”. 2012, Círculo de Lectores.
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