LA MALDAD NACE DE LA
SUPRESIÓN HIPÓCRITA
DEL GOZO
<<Jois e
Jovens n´es trichaite
e malvestatz es
d´aquí.>>
Marcabrú
Una cucaracha
recorre el jardín húmedo
de mi chambre y
circula por entre botellas vacías:
la miro a los ojos y
veo tus dos ojos
azules, madre mía.
Y canta, cantas por
las noches parecida a la locura,
velas
con tu maldición
para que no me caiga dormido, para que no
me olvide
y esté despierto
para siempre frente a tus dos ojos,
madre mía.
DE COMO EZRA POUND
PASO
A FORMAR PARTE DE
LOS MUERTOS
VIII
Y nadie quería,
nadie
quería que
escribiese, así que
murió cerrando
los ojos sobre un
atardecer de Venecia, y nadie
quería que
escribiese. <<Accante alla colonna
di pietra liscia
dove san Vio
incontra il Canal
Grande questa
farfalla se n´e
uscita per il foro del fumo>>
en la Dogana,
sabiendo
que nadie volverá a
repetir la comedia del genio
<<Io verrei
spiagarla, io... io...>>
Una cruz en el agua
y
el agua lavando a
los muertos ―<<Estoy
muerto o no estoy
muerto>>―
pasa ahora, Pound,
por entre
el cuerpo azul de
ilusión brillante
a la derecha, y a la
izquierda, el reflejo
pardo que llega del
mundo de Los Que
Aun Se Devoran En
Silencio:
ahora
puedes lanzar ya una
mirada a las
<<visiones del
renacimiento>> y a la vez saber,
saber por fin,
firmemente saber
que has entrado, al
fin, has puesto el pie
suave y desnudo en
el Palacio Amarillo de los Muertos.
EL CANTO DE LO QUE
REPTA
La que, después de
muerta, se demora en morir, repta
la que tarda,
simplemente, en morir repta
y deja un rastro de
baba entre casas y hechos como signo
de la vida que
arrastra; es
perezosa y lenta la
vida de lo que repta. Y así
tu recuerdo en el
fondo de mi alma repta
y su contacto de
piel viscosa y muerta me
produce algo así
como un escalofrío
algo como terror. Y
también yo repto, me
arrastro entre los
vidrios dispersos de tu espejo, entre los
harapos de ti que
aún quedan
absurdamente en el
cuno de basura de mi
memoria,
espectros en la casa
abandonada
en la casa
abandonada que yo soy. Y repto
al fondo de mí,
como si fuera
yo mi recuerdo tan
solo, como si estuviera
dormido al fondo de
mí, como una vivencia olvidada. Y me
desenvuelvo entre
las ruinas somnolientas y a través
del palacio en el
que no puedo entrar, como
una hábil
serpiente. Me queda solo la ebriedad
dolorosa que produce
la idea del
suicidio; estoy a solas
con la idea del
suicidio, con la idea de aplastarme como a un
reptil.
Todo hombre es un
rey entre almenas que sienten
todo hombre es
castillo de una princesa muerta
todo hombre, una
máscara rodeada de tenedores
y un cadáver que
escupe la boca de un fauno.
Lloran mis ojos en
la frente
mis enemigos han
muerto,
solo queda
la vergüenza de la
vida.
De mí solo queda la
vida,
las manos que se
mueven,
los ojos de la
frente,
las lágrimas sin
dueño:
mientras los hombres
mueren
la barba crece.
Guárdate, amor, de
cruzar el río
que nos separa,
la vida es solo un
árbol
un árbol
que crece.
Crece el poema como
un árbol
y entre sus ramas,
como niebla densa,
alabando a la noche,
mi padre
se ahorca.
Leopoldo María
Panero. “Poesía 1970-1985”. Visor.
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