Reseña:
Me
acabo de abrir un quinto de Estrella de Levante, en el reproductor,
ahora mismo, en bucle, Idioteque de Radiohead (¿la subo al muro y a
ver quién me da el primer megusta?;
no, mejor no tentar al diablo), una canción que nunca antes había
escuchado. La música tampoco impide que siga sin poder apartar la
mirada del mundo que nos rodea, pero al menos me permite no escuchar
la melodía de destrucción que con tanto ímpetu, y diría que hasta
morboso placer, no se cansan de servirnos, día tras día, los
telediarios. Si todavía fumase, muy probablemente, ya estaría
liándome un cigarrillo, quizá hasta de marihuana. Acontecimientos,
hechos, estas son mis acciones previas. Y de lo que ahora voy a
hablar es de Factbook, El libro de los hechos (Candaya, 2018), la
primera novela del narrador y poeta Diego Sánchez Aguilar.
Telediario, Toro de
Osborne, ejecución sumarísima, Presidente de la CEOE ahorcado...
Con este comienzo de impacto ya nos sitúa Diego de lleno en la
novela, en esta historia tan de presente, tan de este país, tan
nuestra. Factbook es la España de estos tiempos, la que podría ser
perfectamente incluso con los crímenes que no han sucedido. De ahí
lo cercana e inquietante que nos resulta.
<<España
es un relato, una serie con demasiadas temporadas, un culebrón
interminable al que estuve enganchadísima, y del que cada vez me
aparto más.>>
Esto
nos dice Rosa, la primera de las tres voces narradoras
de esta obra. Rosa es una profesora en plena madurez y de amplia
trayectoria activista (incluso con una juventud revolucionaria que
por momentos añora). Una mujer de su tiempo que a través de su
evolución personal nos cuenta la historia socio-política de España
en estos últimos años. Dentro de los capítulos protagonizados por
Rosa es muy interesante el apoyo narrativo del autor en los
Change.org. A través de ellos (¿la comodidad del compromiso social
que aparentemente tan poco compromete en el día a día?), nos sitúa
en el espacio y tiempo de un país en plena crisis. Crisis económica.
Crisis social. Crisis de valores, también. Y es Rosa, su voz, la de
una conciencia social dispuesta a luchar, a cambiar el mundo. Rosa
Don Quijote. Rosa ilusión. Rosa lucha. Rosa evolución. Rosa
descreimiento y destrucción. Rosa y esa voluntad apegada a los
noticiarios aguardando, esperando la señal inequívoca de la
inminencia del apocalipsis.
Una voluntad hacia
fuera (lo civil, el bien común) que, paradójicamente, acaba cada
vez más aislada, asqueada con el mundo y consigo misma. Una voluntad
que a ratos incluso se vuelve nihilista, deseosa de acabar con todo.
Y sin embargo, a la hora de la verdad, aun a costa de su dolor, de su
propia derrota, sostiene el valor de una vida por encima de la
justicia sumarísima (quizá justa, tal vez no tanto, a la conciencia
del lector queda), aplicada por los supuestos integrantes de
Factbook.
En cuanto al
lenguaje utilizado por el autor en estos capítulos protagonizados
por Rosa, cabe destacar lo directo que resulta, la velocidad y
contundencia de las frases. Lo cual lo consigue con el uso de
oraciones cortas y muy poco adjetivadas.
<<Todo en
mi vida ha sido una forma de desaparecer, de no estar donde estaba,
de no mirar donde se supone que había que mirar.>>
Nos
habla aquí Gustavo, el otro gran protagonista de la obra. Un
guionista de éxito asqueado con su propia obra. Alguien que siente
que ha vendido su talento, su alma, al diablo. Un fumeta de marihuana
desde la adolescencia, un hombre introvertido a lo largo de toda su
vida, llevado por las circunstancias, por la corriente, por la ola
que empuja al solitario surfista. Un hijo de la pequeña burguesía
de provincias de la tan manoseada Transición.
Y he aquí, en el
aparente ser superficial, al narrador de la profundidad del alma. Al
que ocupa la parte más espiritual de la novela, la introspectiva del
espíritu. De Gustavo, de sus últimos días junto a un Mar Menor
infecto y muerto, de la narración que nos hace a través de la
escritura de su diario, sabemos lo mucho que se mueve bajo las aguas
turbias del supuesto pasotismo del clásico individuo nada
comprometido con el mundo que le rodea.
Las drogas. La
música. El cine de autor. Todo en Gustavo es un vivirse hacia
dentro, una huida de la realidad, este aislarse del mundo en
contraposición a Rosa. Los logros, prácticamente los mismos. Lo
cual da tanto qué pensar. ¿Somos simples piezas de una máquina sin
piedad, sin humanidad alguna capaz de funcionar por encima de todos
nosotros igualmente? ¿Nos empuja esta máquina al egoísmo? Y si nos
oponemos, qué conseguimos.
En cuanto a la prosa
de estos capítulos es claramente distinta a la que desarrolla a
través de Rosa. Densa. Profunda. Lenta. Con oraciones larguísimas y
muchas figuras retóricas. Es el diálogo de uno consigo mismo. La
voz que no busca el cambio, sino entenderse con la propia conciencia.
Aceptarse. Lograr el propio perdón. Aunque tampoco esto nos libre
del lugar y el momento hacia el que inevitablemente nos dirigimos.
<<Ahora
teníamos que leer todos los mensajes de Factbook. Todo lo que
estuviera escrito en esa red era, en sí mismo, sospechoso. (…) Era
un trabajo agotador. A mí todos me parecían terroristas en
potencia. (…) No entendía el sentido de lo que decían, no
entendía por qué lo hacían, cuando sabían, debían de saberlo,
que estaban siendo vigilados.>>
Por último, he aquí
la voz de esta tercera pata de la narración. Las respuestas de un
funcionario de una secreta agencia de espionaje en Red; un Gran
Hermano del Estado el cual se pasa la vida encerrado en un cuarto
delante de una pantalla analizando miles, millones de correos e
interrelaciones de los usuarios de Internet en general, de Factbook
en particular. En esta entrevista en la que únicamente escuchamos,
leemos, las respuestas del entrevistado, se da un monólogo donde se
nos cuenta la realidad de Factbook (algo así como un Wikileaks más
Anonymous juntos), una red social cerrada, tipo secta, sin imágenes,
únicamente texto y datos.
Bien que podríamos
interpretar esta voz, en los tiempos de exposición y juicios rápidos
que vivimos, como la de un inconsciente colectivo, la de esta
Sociedad misma, siempre al acecho, siempre revisionando todo lo dicho
y hecho, toda nuestra vida pública.
Aprovecho
los últimos acordes de Idioteque (antes de que vuelva de nuevo a
comenzar) para agradecer la cantidad de referencias culturales que
hay a lo largo de toda la novela. Directas e indirectas (de estas
últimas solo dejaré este pensamiento: por
sus palabras pueden intuirse las muchas y buenas lecturas del autor).
Cine.
Pintura. Literatura. Música (tiene banda sonora esta obra:
Radiohead, Pearl Jam, Lou Reed, Nirvana, David Bowie, Iron Maiden,
Rage Against the Machine..., también música Tecno, House, etc).
Al
quinto le van quedando los tragos contados, y ya es cuestión de ir
acabando.
La
soledad en la época más y mejor conectada de la historia. La
soledad rodeada de muchedumbre y sola. La plaga de soledad que nos
afecta. Facebook. Twitter. Instagram. La sociedad de la imagen, del
mírame y dime algo, del pulgar hacia arriba, del emoticono, del
megusteo.
La sociedad del gigantesco ego colectivo tan enfermo de megalomanía
e insatisfacción. Un ego con pies de barro siempre necesitado de más
y más ojos. Nuestro mundo. Nuestro tiempo. Esta Sociedad.
En definitiva, una
novela en clave psicológica que nos interpela como individuos y
sociedad, nuestra responsabilidad, tanto a través de los actos
llevados a cabo como los que no: por desidia, por cobardía, por este
dejarse llevar que nos empuja a una deshumanización donde lejos de
hallar paz y consuelo, acabamos por encontrar todo lo contrario:
culpabilidad, insatisfacción, ahogo, ganas de acabar con todo y con
todos.
Una primera novela
muy trabajada tanto a nivel de personajes (qué humanos resultan),
como en la temática de rabiosa actualidad ampliamente expuesta.
Una buena novela.
Diego Sánchez Aguilar. "Factbook. El Libro de los Hechos". Candaya, 2018.
2 comentarios:
Gracias, Tomás. Una lectura que incita a la lectura, que sitúa las voces y los conflictos para que el lector lea y descubra.
Gracias, Pascual. Un abrazo!
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