Frente al silencio.

Frente al silencio.

viernes, 29 de enero de 2016

Julio Cortázar (II)



Fragmentos "Imagen de John Keats":




      Con Tom, con la lluvia, vienen los recuerdos. Nada de autobiografía, nada que informar. Pero su triste, horrible infancia,
      de la que tan poco sabemos, salvo que debió de ser sórdida, mezquina, con la escuela estridente y el olor a jabón barato, los problemas de aritmética en oscuros cubículos, la murria, los amores secretos,
       y el nacer de la adolescencia,
                                                                             ¿qué sabemos de sus noches
       de los dieciséis años, de sus primeros sobresaltos de hombre, de su contenido        fervor?
       Llueve en Teignmouth y el pasado retorna. Qué grandeza la de John, no montar jamás un poema sobre el engarce fácil de ese pasado. Cómo se empequeñecen Wordsworth y Baudelaire a su lado...

           Mi juventud sólo fue una tenebrosa tormenta...
(el mendigo)

Y hasta Rimbaud, <<esclavo de su bautismo>>, de su infancia terrible que debió parecerse a la de John. El consejo gideano: <<No aprovecharse nunca del impulso adquirido>>, se cumple en Keats que rechaza toda organización fácil de recuerdos. Su poesía es siempre una construcción. No evoca nunca: invoca.


***







NOVIEMBRE




      El primero de noviembre desembarcaron en Nápoles. El mismo día John escribió su penúltima carta.
      << Mi querido Brown:
      Ayer acabamos la cuarentena, durante la cual mi salud sufrió más por el aire viciado de un camarote sofocante, que en todo el viaje. El aire fresco me reanimó un poco, y esta mañana espero estar lo bastante bien para escribirte una carta breve y tranquila. Si es que puedo llamarse así a ésta, en la que tengo miedo de hablar de aquello en que más quisiera demorarme. Puesto que lo he dicho, debo seguir otro poco...quizá sirva para aliviar el peso del infortunio que me oprime. La convicción de que no la veré más me matará. No puedo...Mi querido Brown, debí hacerla mía cuando estaba sano, y hubiera continuado sano. Puedo soportar la muerte...pero no soporto dejarla. ¡Oh, Dios, Dios, Dios! Todo lo que en mi equipaje me trae su recuerdo, es como una lanza que me traspasa. La seda con que forró mi gorra de viaje, me abrasa la cabeza. La imagino con horrible vividez... la veo... la escucho. Nada hay en el mundo lo bastante interesante para apartarme de ella un momento. Así ocurrió cuando estaba en Inglaterra; no puedo recordar sin estremecerme el tiempo que pasé prisionero en casa de Hunt, y me estaba todo el día con los ojos fijos en Hamsptead. Entonces tenía la esperanza de volver a verla... ¡Pero ahora! ¡Ah, si pudiera ser sepultado cerca de donde vive! Tengo miedo de escribirle... de recibir una carta suya... Ver su letra me destrozaría el corazón... Incluso una noticia sobre ella, ver su nombre escrito, sería más de lo que soy capaz de soportar. MI querido Brown ¿qué puedo hacer? ¿Dónde mirar en busca de consuelo o alivio? Si tuviese alguna probabilidad de recobrarme, esta pasión me mataría... Sí, a lo largo de toda mi enfermedad tanto en tu casa como en Kentish Town, esta fiebre no ha cesado de consumirme. Cuando me escribas, lo que harás en seguida, dirige la carta a Roma (poste restante); si ella está bien y es feliz, pon una marca así +; si...
      Transmite mis recuerdos a todos. Trataré de soportar pacientemente mis desgracias. Una persona en mi estado de salud no debería tener que soportarlas. Escribe unas líneas a mi hermana, diciéndole que tuviste noticias mías. Severn está muy bien. Si yo me sintiera mejor, insistiría para que vinieses a Roma. Me temo que nadie pueda traerme ningún alivio. ¿Hay noticias de George? ¡Oh, si algo afortunado nos hubiera ocurrido alguna vez a mí o a mis hermanos! Podría, entonces, tener esperanzas; pero la desesperanza me ha sido impuesta como una costumbre. Querido Brown, defiéndela siempre, hazlo por mí. No puedo decir una palabra de Nápoles; no me interesa ninguna de las mil novedades que me rodean. Tengo miedo de escribirle... quisiera que ella supiera que no la olvido. Oh, Brown, siento un fuego en el pecho. Me asombra que el corazón humano sea capaz de contener y soportar tanta desgracia. ¿Nací para este fin? ¡Dios la bendiga, y bendiga a su madre, a mi madre, a mi hermana, a George, a su mujer, a ti, y a todos!
      Tu amigo que te quiere,
John Keats.>>

***





      <<Poco o ningún cambio se ha producido>>, escribe Severn el 14 de febrero, <<salvo éste muy hermoso: que su espíritu está entrando en una gran quietud y paz. Creo que el cambio tiene que ver con la creciente debilidad de su cuerpo, pero a mí me parece un sueño delicioso, tanto me he debatido en la tempestad de su espíritu...>> En esto días inventó John su epitafio: AQUÍ YACE ALGUIEN CUYO NOMBRE FUE ESCRITO EN EL AGUA. Ordenaba, como en un poema misterioso que nadie escribiría, las imagenes sepulcrales que eran su sola paz presente. Un día le dijo a Severn: <<Siento crecer las flores sobre mí>>. Y como quien selecciona su equipaje
      —así el joven faraón bajaba al hipogeo con sus juguetes más queridos
      pide que las cartas de las dos Fannys queden con él en su ataúd, y luego cambia de idea y sólo quieres una carta y un mechón de cabello de su hermana,
      y se mide en ese instante el horror de una pasión que tiene miedo de prolongarse más allá, de abrir con ella las puertas del silencio.
      El 23 de febrero, hacia las cuatro, John recibe la señal. Severn, velando a su lado, no ha comprendido todavía, y él se lo explica con palabras que sólo el jadeo hace entrecortadas:
<<Severn, yo... incorpórame... me estoy muriendo... moriré tranquilamente... No te asustes... sé fuerte... y gracias a Dios que esto se acaba>>. El resto es su cuerpo, privado de conciencia, resbalando suavemente hacia el instante en que el pecho crece por última vez y cede sin esfuerzo a la quietud.







Julio Cortázar. “Imagen de John Keats”. 1996, Alfaguara.



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