24.
Anochece. El
encargado ya se ha ido. Ernesto, desde su cabina en lo alto de una
grúa del puerto Downtown, en el bajo Manhattan, sumerge en el agua
un contenedor de carga vacío y sin tapa, un contenedor de los del
puerto que ha enganchado a la grúa con unas cintas. Espera unos
minutos, mira el horizonte, que hoy está algo quebrado, después le
da a la palanca que eleva el contenedor y este emerge lleno de aguas
hasta el borde como una piscina sucia. Por las juntas y pequeños
agujeros de ese cubo metálico comienzan a salir chorros de agua de
la manera en que ocurre en un colador y, al final, en el fondo,
quedan boyas pinchadas, trozos de madera, latas vacías, maromas
rotas, otras clases de objetos, y los peces. Como en los contenedores
de carga y descarga siempre quedan restos de mercancía, los peces
acuden a ellos en masa; el trigo es lo que menos les gusta; la carne
salada de vacuno, lo que más. Agarra unos cuantos que aún saltan,
los mete en una bolsa de deporte Atlanta ´96, y el resto lo devuelve
al mar. Cada 2 o 3 días repite esa operación. Ernesto es original
de la isla de Kodiak, sur de Alaska. Sus familiares fueron, en 1957,
los primeros puertorriqueños que emigraron a territorio alaskeño
para trabajar, inicialmente, como pescadores, y más tarde montar un
bar de comida puertorriqueña que no tardó en convertirse en una
modesta pero rentable cadena circunscrita a ese territorio polar.
Como a la edad de 7 años Ernesto ya mostraba gran interés por el
dibujo técnico y las construcciones, se decidió que llegado el
momento iría a la Universidad de Columbia, Nueva York, a estudiar
Arquitectura. Así las cosas, con 17 años Ernesto se trasladó a
Manhattan, donde hizo un par de cursos con resultados bastantes
buenos, hasta que se cansó y comenzó a trabajar manejando esa grúa
en el mismo puerto al que el 17de abril de 1912 llegaron los
supervivientes del Titanic a bordo del buque Carpathia.
Un trabajo muy bien pagado y considerado como privilegiado en los
ambientes portuarios: Continúa apasionándole la arquitectura, pero
no como obligación sino por puto entretenimiento. Se aloja en un
modesto piso de Brooklyn, así que cada día tiene que cruzar el
homónimo puente que conecta Manhattan al Continente. Siempre que lo
cruza piensa en el estrecho de Bering. Y en los peces que en la bolsa
Atlanta ´96 de vez en cuando avisan de su muerte con 2 o 3
coletazos.
78.
¿Qué es lo más
importante que has hecho con tu música?: Lo más importante es
lo que dejas en la gente. La gente escribe cartas personales donde
explican su relación con la música o con las canciones, cartas
donde hablan de un período de su vida, de lo que hacían, de lo que
les pasaba; y en ese tiempo salió tal disco, y todas sus vivencias y
recuerdos están relacionados con ese disco. Se vuelven como
grabaciones caseras de vídeo para la gente, algo que escuchan y que
se llevan a la tumba. Eso es sin duda lo más importante,
absolutamente, porque es lo que yo también obtuve de la música. La
primera vez que escuchas un disco que te impresiona es una sensación
que guardas toda la vida, es la experiencia más profunda que hasta
tenido nunca.
Entrevista a Thom
Yorke, líder y cantante
de Radiohead, el
pop después del fin del pop,
Pablo Gil, Ediciones
Rockdelux, 2004
El camino del
samurái se encuentra en la muerte. Se debe meditar sobre la muerte
inevitable, cada día, con el cuerpo y la mente en paz. Se debe
pensar en ser despedazado por flechas, lanzas y espadas, en ser
arrastrado a rugientes olas, en ser arrojado al corazón del fuego,
en ser fulminado por un rayo. Y cada día, sin excepción, uno debe
considerarse muerto. El samurái nace para morir. La muerte, pues, no
es una maldición a evitar, sino el fin natural de toda vida. Es
esta, y no otra, la esencia del camino del samurái.
***
Es bueno ver el
mundo como si fuera un sueño. Si tienes una pesadilla, te despiertas
y te dices que solo ha sido un sueño. Dicen que el mundo en el que
vivimos no es muy distinto a esto.
Agustín
Fernández Mallo. “Nocilla Experience”. 2008, Alfaguara.
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