Balada en las playas del Oeste
En la orilla descansa en paz la nave
y anidan en sus mástiles los pájaros de tierra.
Con el compás trazo las rutas en mapas de labranza,
me duele la ira del cielo en el débil costillar de semilla,
y temo la deriva de la flor por vientos deshumanos.
Duerme la nave en la orilla,
cubierto de maleza y juncos el ensueño azul de la quilla
y tiene alma de farándula el mascarón de proa.
En la bitácora se guarda el cuaderno de las lunas, la
brújula de las lluvias,
y una botella con añejo licor de nieve.
Canta la alondra sobre un arpón de herrumbre,
trinca los cabos el sollozo de un mirlo,
y observan los cuervos desde el timón la frágil muerte
que se acuesta en las orillas.
Todo listo, almirante, para el gran viaje.
Despedida
Puedo estar feliz.
Cae la casa,
pero mis hijos huyeron al bosque
con la cabeza llena de pájaros.
Camposanto
Fue en el entierro de Antón Avilés de Taramancos,
en la parroquia de Boa.
El sitio le ha de gustar: tiene buena vista
—dijo la anciana de ojos enrojecidos,
cuando la tierra llamó al ataúd con los nudillos.
¿Quién dijo que el pueblo no reconoce a sus poetas?
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