Reseña:
SANGRE
Y MUERTE AL JARDINERO
¿Es
la jardinería un arte, o acaso una magia? ¿Qué jardín quisimos
hacer del Edén para que nos expulsaran cruelmente como barro hecho a imagen y semejanza del creador, como hijos del mismísimo abismo?
Habría que preguntárselo, porque así nos incita Alejandro Hermosilla a hacerlo. En todo caso, cuánto de oculto y misterioso, de Creador con mayúsculas tiene el cuidado y forma del oficio de jardinero. De él, de su mano y carácter depende que el jardín sea un lugar de luz y paz, o todo lo contrario. Porque de donde brota la flor, también se alimentan las malas hierbas, de la misma tierra e idéntica sed.
Habría que preguntárselo, porque así nos incita Alejandro Hermosilla a hacerlo. En todo caso, cuánto de oculto y misterioso, de Creador con mayúsculas tiene el cuidado y forma del oficio de jardinero. De él, de su mano y carácter depende que el jardín sea un lugar de luz y paz, o todo lo contrario. Porque de donde brota la flor, también se alimentan las malas hierbas, de la misma tierra e idéntica sed.
Ya
sabemos la maravilla que consigue un buen suelo con oscuridad y
silencio, con paciencia y tacto diestro, corrompiendo la carne,
pudriendo lo que un día respiró bajo el sol que nos alumbra.
La
misma mano que amolda la vida la siega.
Vertiginosa
e inquietante, arriba y abajo, arriba y abajo es la narración de
este libro, o acaso jardín donde brota desinhibida la historia de un
jardinero y las incontables ramas por las que se bifurca su savia.
Alusiones
a un espíritu santo, una paloma, el rayo de luz que escapa entre las
nubes compactas, opacas tras días y más días de oscuridad.
¿Debilidad o regodeo, Dios o diablo? Nada es lo que parece en la
dualidad de un jardinero, ¿o era señor de su castillo? ¿Cuántas
apariencias, y lenguas habla el caído del Cielo, el expulsado de la
diestra de su Señor?
Quién
sabe.
Veo
el caos y el orden, la divinidad y lo ignominioso. Estoy cara a cara,
frente a El jardín de las delicias. Lo miro, lo contemplo, este
tríptico, obra culmen de El Bosco entre las páginas de este libro.
Cicuta
y ambrosía. Fruto y espina. Conjuro tras conjuro. Dualidad en
cualquier caso, en todo momento.
Es
horrible. Me resulta inquietante y maravilloso. Es magia. ¿Será la
obra de un jardinero, de un loco o un genio? no dejo de preguntarme
Lascivia,
violencia, lujuria, desidia, decadencia, felonía, narcisismo,
irracionalidad... Son estas las actitudes, tan humanas, dionisíacas,
que a través de la educación, de la "poda", se trata de
reprimir la maleza, para ser menos lobos, menos hienas, más
apolíneos como ya se encargó de mostrarnos Nietzsche
reinterpretando la mitología clásica, y así poder vivir en
sociedad; quizá tan pacíficamente como de modo tan hipócrita
parece. Aunque no siempre se logra. El fracaso también es
originalidad, verso suelto, alma rebelde, ortiga, mala hierba,
persona non grata, demonio para el resto. Y cómo de atrayente puede
resultar. Basta asomarse a la creción de tantos y tantos que nos
precedieron, ahí están las vanguardias, el decadentismo, ese Jardín
de las delicias, y los horrores, por ejemplo, que retrata y nos
retrata.
Es
nuestro jardinero una gran metáfora del envés de la hoja, de la
cruz de la moneda, del reverso de la luz que cualquiera de nosotros
lleva o puede llevar en su interior. Es el nigromante que explica y
opone al mago blanco, a su magia creadora, pacífica, de equilibrio,
principios y bienaventuranza.
Con
una gran dosis de literatura, propia y de lector empedernido que
estudia y cita a los clásicos, directa o veladamente: Kafka, Poe,
Dickens, Ovideo, Lautréamont, Beckett, Wilde, Süskind... Nuestro
autor y amigo, como un buen entomólogo, nos va desmontando el
caparazón y órganos, la anatomía del insecto en el que cualquier
día podemos amanecer encerrados. Tú, yo, todos.
Revolución
y justicia.
A
nuestra semejanza, Dios y Señor, arquitecto y jardinero de la propia
obra. Sea esta odiosa o amada.
Devuelvan
al fuego lo que es del fuego.
Permítanme
un consejo, cuiden sus semillas, lo que han plantado durante tanto
tiempo, a saber lo que podría crecerles si las abandonan a su
suerte, al susurro del ángel negro de su siniestra; o peor: a los
caprichos de un oscuro jardinero cuyo reflejo en el espejo no deja de
asustar y sorprender por conocido, por exacto al propio retrato.
¡Sangre
y muerte al jardinero!
Alejandro Hermosilla. El Jardinero. 2018. Jekyll & Jill
(Para
acabar y relajarme, me pongo ahora la canción El día de la bestia: https://www.youtube.com/watch?v=essAq0kEq10
Eso es todo, amigos.)
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