Frente al silencio.

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jueves, 16 de diciembre de 2021

Reseña de "Instrucciones para llegar a Marte" a cargo de la poeta Loida Ruiz Rodríguez


Hoy vengo a hablaros de una novela mal parida y peleona. Hoy vengo a contaros algo de la historia de quien fabula otras posibilidades mientras de fondo suenan Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Instrucciones para llegar a Marte es la historia de Pablo Marín, un hombre-pájaro que sueña con llegar a Marte; un filósofo; un cínico que se vale del humor para sobrellevar el fracaso. Pero también es la historia de un hombre profundamente enamorado de un ideal que dedica su vida a alcanzar el imposible y por el que no podemos sentir más que ternura. Un soñador incurable.

Porque dejémonos de tonterías: hay que soñar a lo grande, a lo bestia, descompasadamente, fuera fronteras, sin límites, traspasándolos, si de verdad quieres alcanzar un imposible. Y no hacer ni puto caso a esas gentes sin fe ni gracia, sin belleza, feos como ellos solos, y amargados ―sobre todo eso, limones, hiel, tueras, que son unos tueras― que se empeñan en soltar al resto esa terrible frase que nunca ha conducido a lugar alguno:

<<No se puede>>

Instrucciones para llegar a Marte es una utopía en una realidad distópica.

Más allá de la lectura fácil y superficial, producto de una historia ágil y divertida, en Instrucciones late el sentimiento profundo de la soledad inherente al individuo, la búsqueda del amor verdadero, la complejidad de las relaciones familiares, el desengaño político, el concepto de patria… Aun así, es una novela de esperanza donde se produce la pérdida de fe en la humanidad pero no en el ser humano.

¿Qué nos queda a los que nunca tenemos suficiente con lo común?

Prepárate, porque esto no es lo que parece, vas a encontrar una historia de ciencia ficción con satélites de profundo lirismo:

En Marte, ese hermoso planeta, el eco tenía voz propia y te contestaba.



Amor y humor para quienes necesitamos soñar para vivir. Y soñar, si se tiene el don, es un acto que se realiza despierto, mientras se lee o se escribe.

Y yo, por suerte, como el hijo único de un hombre pájaro, aún sigo arriba: volando, o quizá solamente cayendo, mientras escribo, no dejo de escribir, a tiempo presente del inminente futuro.>> Y caí. Y me levanté. Así una y mil veces antes y después. Siempre.

Y nunca, nunca, sin dejar asomarme a la verdad de un mundo de palabras.

No necesitamos más, subirnos en esta novela-cohete y seguir las instrucciones que encontramos para llegar a Marte. Mientras tanto, puede ser que un gato rubio nos lama los ojos, ronronee y sueñe con a saber qué mundos.



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